Con el pie cambiado

Luis Rubiales ha comenzado con muy mal pie su mandato al frente de la Real Federación Española de Fútbol. El fichaje de Lopetegui por el Real Madrid, inoportunamente anunciado a 72 horas del primer partido de España en el Mundial, no se ha gestado en un día. Si había conversaciones iniciadas, y las debía haber, el seleccionador debió comunicárselo al presidente y, en cualquier caso, este debería haber exigido un absoluto silencio al respecto incluso entre y de cara a los futbolistas concentrados en Krasnodar.
Florentino Pérez, tan español él, tampoco debería haber puesto en marcha esta negociación antes de la clausura del Mundial en curso. Y no digo callarla, que también, sino haber remitido a las partes al fin del viaje de la Selección fuere cual fuere la altura del Campeonato. Puede que una noticia de este calado influya o no en el rendimiento de la Roja pero, lo haga o no, es evidente que no causa ningún beneficio. Es malo para el Real Madrid, es malo para su señorial imagen y resulta fatal tanto para el técnico en cuestión como para el sustituto de Villar y Larrea.
La rueda de prensa convocada hoy en Rusia carece de sentido, desvía la atención de lo esencial y convierte al campeón de la Champions en el centro de atención informativa por encima de la mismísima Selección. Un error que no se justifica por mucho que, para empeorarlo más, se anuncie que en el Santiago Bernabéu se harán cargo del millón y medio de cláusula que figura en el contrato de Julen. Pero esto es España, un país donde una mano no lava la otra, sino que esconde lo que la primera recoge o, mejor dicho, recauda.