Cuando Joan encontró a Vicente

Una joven aficionada y abonada del Mallorca, de las de grada de sol baja, me escribía en el descanso del partido del pasado sábado contra el Betis: «sense Sastre y Lago Jr. no hi ha res a fer». Nunca hay que despreciar, como hacen muchos futbolistas y entrenadores, la opinión de un espectador. Luis Aragonés me contaba que en el banquillo del Real Oviedo y enfrentándose al Atlético de Madrid en la capital del Principado, alguien a quien supuso con alguna copa de más, le increpaba constantemente desde la primera fila: «¡Luis, cambia al 7», le decía una y otra vez sin que el «Sabio» le hiciera ningún caso. El marcador, favorable a los visitantes, no se movió, pero al terminar el lance el bueno de Hortaleza se dirigió a su ayudante, Jesús Paredes, con un lamento: «¿Sabes Jesús?, el viejo tenía razón, debí sustituir al 7».

Resultó evidente que la participación de Lago Jr, al que sus compañeros entienden sin mirarle, habría sido necesaria. Lo del lateral de Porerres ya es otra historia que, quiera o no Vicente Moreno, es difícil no relacionar con el encontronazo que ambos tuvieron en el estadio Ciudad de Valencia, en un saque de banda, en el choque contra el Levante. El técnico justificó la suplencia como una decisión personal, aunque no aclaró si por razones técnicas o disciplinarias. Indiscutibles las primeras más allá de si los defensas disponibles en esa posición mejoran las prestaciones del prescindible, pero si se trataba de un castigo o una llamada de atención jamás una sanción individual puede tomarse en perjuicio del colectivo.

Ya dijimos que aquel enfrentamiento no debió producirse en pleno desarrollo del juego. Lo que sucede en el campo se queda allí o se discute luego en el vestuario o, mejor aun, al día siguiente y mantener un conflicto enquistado o la pretensión de reducir al ámbito privado lo que se ha expuesto en público constituye un atentado al sentido común además de una accción irreflexiva y juvenil.