Cultura de fútbol

Particularmente no me siento satisfecho con la irrupción de los fondos de inversión en el negocio del fútbol. Me cuesta pensar que el Mallorca, por no ir más allá, es uno más de los cestos donde determinados señores han depositado sus huevos. Al margen no sé hasta qué punto el desembarco de especuladores norteamericanos, rusos, chinos, árabes o de dónde quiera que fueren, conecta con la cultura europea de lo que fue este deporte.

El dueño del Almería escribía esto unas horas antes de cesar al luso José Gomes al frente de su equipo: «No preguntes por qué alguien te sigue lastimando. Pregúntate por qué le dejas hacer esto». Un planteamiento que nadie, absolutamente nadie que sepa de fútbol habría escrito jamás. Primero porque, en el peor de los casos, lo único que al jeque Turki Al Sheikh  le han herido es la cuenta corriente, que no debe ser pequeña y después porque un cambio de técnico a estas alturas del guión es muy delicado.

No es la primera vez que ocurre, cierto. El doctor Beltrán, de quien poco se sabe, lo hizo en la temporada 96-97 cuando se cargó a Víctor Muñoz  a falta de cinco jornadas y cedió al banquillo a Tomeu Llompart y Pep Bonet. Salió bien en la promoción que se supone es lo que pretende el presidente rojiblanco, pero no siempre es así y recordemos que el Mallorca había sido líder hasta entonces.

Por razones obvias he seguido bastante a los andaluces esta temporada. No sé si el despido del portugués tiene otras implicaciones, pero han sufrido arbitrajes tan perjudiciales como grotescos y habrá que ver cuál es el estado de la plantilla de la que a partir de ahora se hacer cargo Rubi, un entrenador que, en su día, prefirió ser cola de león en el Barça que cabeza de ratón en Son Moix. Historias para no dormir, como firmaría Narciso Ibáñez Serrador. O males ajenos, alegrías propias, dirán los rivales.