Del supuesto rigor a la estricta realidad

Este es un caso real. Se omiten nombres de los profesionales por respeto a su labor y los de las empresas para no involucrar a todos aquellos que trabajan en ellas sin involucrarse en los los hechos.

Un articulista de primer nivel y prestigio escribe un articulo sobre un deportista de élite para un diario deportivo. Sorprendido recibe la llamada del director pidiéndole que suavice al texto porque están pendientes de que el aludido les conceda una entrevista y teme que, de publicarse dicha columna, se cerraría tal posibilidad. No se tocó una sola línea, no se publicó y a día de hoy tampoco se ha accedido a tal entrevista.

Semanas más tarde, el mismo periodista redacta una opinión, siempre con su firma y foto, en la que advierte de la mala gestión del presidente de un importante club de primera división que incide además sobre el rendimiento del equipo y el trabajo de su técnico. El destino del informe es ahora un diario de alcance nacional con una tirada de decenas de miles de ejemplares. Como en el suceso anterior su director también agarra el teléfono para indicarle que no se puede publicar el artículo en los términos que contiene. Sin comprender nada y al preguntar por la causa de la censura,  el firmante es informado de que desde el mencionado club se les ha comunicado que, en fecha próxima por determinar, se les concederá una interviú con un futbolista de la primera plantilla sin especificar. El director entiende que la publicación de la columna en cuestión pondría en peligro la celebración de dicho diálogo.

Hasta aquí los hechos sin añadir elementos de ficción. Sobran comentarios porque se califican por si mismos. Cabe lamentar que tales decisiones no han sido tomadas por directivos adustos, al borde de la jubilación, veteranos o hartos de guerras y presiones, sino de hombres con pretensiones periodísticas al frente de medios que presumen de rigor y se venden como alternativa sería a las creciente falsedad de las redes sociales.

Este es un relato dedicado a los profesionales de la información que todavía creemos en los fundamentos de nuestra profesión vocacional y que, desde luego, rechazamos toda injerencia en el ejercicio de la libertad que defendemos desde principios éticos, morales y hechos ciertos, contrastados e incuestionables.  Y pensamos que, aunque lo aquí expresado se refiere a secciones deportivas, el resto de las de todo periódico, ya sea impreso o digital, sufren idénticas manipulaciones y contribuyen al final de nuestra profesión tal y como la hemos conocido.