D’es Güell al Cel a peu

Era tan alto y corpulento porque con otra complexión no le habría cabido el corazón. La muerte de Tolo Güell sin relación con la pandemia que ha invadido todo el mundo nos ha pillado con la guardia baja. Bastante teníamos con la desvergüenza de políticos de uno u otro signo tanto locales como estatales, para que nos cayera encima otra bomba cargada de depresión, un arma letal para el alma.

Si hubiera nacido en nuestros tiempos sería sencillamente un «influencer», un motivador, alguien de quien tomar ejemplo. Hoy cuando tanto impostor presume de serlo o de ejercer algún tipo de predicamento sobre los demás, Bartomeu Barceló Quetglas lo fue sin internet, sin pantallas, sin redes sociales. Le bastó la contrabarra de un café para esparcir bondad y cohesionar un sentimiento colectivo.

El consuelo que nos dejan esta clase de personas es que su espíritu no se extingue con ellas, sino que perdura en el tiempo y en la conciencia de quienes le conocieron personalmente o a distancia. No muere su mensaje, no se va su aura, como jamás lo hizo el rincón del bar de su propiedad que dio paso a modernas sucursales de banca. Allí no confluyen la calle Aragón con Balmes o Médico José Darder, aquel lugar fue, es y será siempre la esquina del Güell, si de Tolo, de Tolo Güell y desde allí andaremos a pie hasta Lluc o, si es preciso, hasta el Cielo donde nos aguarda.