El césped y el balón

Se atribuye a Alfredo Di Stéfano haber dicho que lo más honesto que hay en el mundo del fútbol es el balón y a Johan Cruyff que el dinero hay que ponerlo en el campo. Dos frases pronunciadas con años de diferencia, aparentemente inconexas pero con un significado común y muy evidente.

Se equivocan quienes hacen sus apuestas en el mercado de la publicidad y en el trasiego de futbolistas. Ni la televisión ni los agentes sacarán adelante el negocio por si mismo porque sin lo más básico, dos equipos y una pelota para competir entre si, no hay producto que lo ampare ni rastrillo persa que enriquezca más que al intermediario de turno.

Los especialistas en mercadotecnia analizan cada vez con mayor esmero el perfil de los destinatarios de sus mensajes. Invierten más en los equipos de élite en los que tienen mayores posibilidades de triunfo porque una marca determinada queda asociada al rendimiento y a los resultados obtenidos. Colocar dinero en un conjunto que desciende no es rentable en términos publicitarios.

Lo mismo podemos decir respecto a las plantillas. Los buenos jugadores prefieren clubs que aspiran a ganar títulos antes que a los que lucharán por la permanencia, primero porque cobran más y segundo porque cotizan más alto en los dos o tres lustros que, como mucho, duran sus carreras. De ahí que, en efecto, bajar el dinero al césped y ser consciente de que lo que cuenta es el balón y no los seguidores que te elijan en el «fifa» de Nintendo, se antoja fundamental para mantener la ilusión que, en definitiva, es de lo que hablamos y no solo de un estado de ánimo.

Cuanto mejor equipo, más ingresos. No hay vuelta de hoja.