El nuevo fútbol

La hija de Peter Lim, el millonario propietario del Valencia o de sus acciones, que para el caso es lo mismo,  lo ha dejado muy claro al dirigirse a los abonados y seguidores del equipo que asisten anonadados a los contínuos cambios de proyecto y de entrenador, tras la destitución de Celades que ha llovido sobre el mojado suelo de la salida de Mateu Alemany y Marcelino. Lo ha escrito en las redes sociales, el medio de moda, con una verdad de enciclopedia: «el club es nuestro y podemos hacer lo que queramos con él». Y así es la cara o, si se quiere, el rostro del llamado nuevo fútbol.

Esta ha sido desde el principio la misma idea que la de los dueños del Mallorca, que Maheta Molango se encargó de ejecutar y transmitir a través de sus decisiones. Puede que se extralimitara en algunas de ellas, pero no le cesaron por eso sino por hacerlo en otras de las que trascienden al otro lado de las verjas que delimitan el recinto del Camí dels Reis. No pasemos por alto el detalle de que los americanos prefirieron cortar la cabeza del único nativo del consejo de administración para santificar al cesante. Solo los mallorquinistas de abolengo han entendido que el espíritu que ahora deambula por Son Moix nada tiene que ver con la idea de Adolfo Vazquez Humasque hace 104 años, ni la que pergeñaron Jaume Rosselló Pascual y José María Lafuente López a finales de los 50.

En efecto, ni el Valencia es de los valencianos, ni el Mallorca de los mallorquines, ni el Espanyol de los «periquitos», ni….ni….ni….ni….Tampoco de sus simpatizantes o, valga la expresión, empatizantes. Los parámetros del fútbol moderno son completamente distintos sin necesidad de que un agente patógeno, o sea un puñetero microbio como el Covid 19 se haya instalado para cambiar el mundo. El negocio del balón ya había mutado antes y más vale que lo tengamos claro salvo que queramos pecar de románticos o de tontos.