El ejemplo chino

Pues China acaba de predicar con el ejemplo al establecer un límite salarial de tres millones de euros para todos los futbolistas extranjeros que fichen en sus ligas. Bruselas ha anunciado muchas veces medidas si no similares, paralelas pero el Parlamento Europeo nunca se ha atrevido a intervenir el mercado de jugadores que, por encima y al mismo tiempo de otros asuntos, lograría igualar las competiciones que favorecen escandalosamente a los clubs con más dinero frente a los que tienen menos.

Se pueden contar todas las milongas que se quieran en cuanto a que perciben más porque generan más ingresos, pero es evidente que los precios que rigen en el fútbol son una exageración en comparación con otras profesiones mucho más necesarias para el desarrollo científico, sanitario, educativo e intelectual de la humanidad.

Los políticos se llenan la boca de hablar de cambio climático y se centran en la masificación de las ciudades, la contaminación de los aviones y otras realidades, si, pero que contrastan con la celebración de campeonatos de Fórmula 1 y motos de gran cilindrada, los partidos de fútbol no se juegan aprovechando la luz del sol, sino  en carteles vespertinos que usan iluminación eléctrica y contaminante, pistas o canchas cubiertas aparte.  Y se siguen fabricando coches capacitados para rodar a más de 200 kilómetros por hora en carreteras por las que se prohibe circular a 150 o menos.

El fútbol no escapa a la hipocresía generalizada de la sociedad en este inicio del siglo XXI que se caracteriza por el «postureo» y lo políticamente correcto, que consiste en soltar lo que la gente quiere escuchar sin tomar ninguna medida que sostenga la idea. El sector del balón no habrá recibido de buen grado la decisión tomada por China, pero alguien tenía que empezar a poner coto a la insensatez.