En el recuerdo

Ahora que se han cumplido diez años desde que hubo que esperar a que España ganara otra vez la Copa de Europa de Fútbol para descubrir a Luis Aragonés, me parece oportuno confesar que haberle conocido fue una de las satisfacciones más relevantes de mi carrera. Y he tenido bastantes. Sin salir de la esfera de los entrenadores, me alegro de lo que aprendí de algunos de ellos: José Luis Saso, Joancho Foirneris, Antonio Oviedo, Serra Ferrer, Héctor Cúper. Todos me enseñaron cosas que me han sido muy útiles a lo largo de estos  50 años de hablar y escribir sobre este deporte.

Del ·»Sabio» podría revelar cantidad de acciones y anécdotas. Cómo vivía los partidos aprendiéndose hasta el nombre de los árbitros asistentes para dirigirse a ellos para animarles y aplaudir sus decisiones, o protestar airadamente al árbitro con la única intención de parar el ritmo del juego aunque fuera a costa de una tarjeta o incluso su expulsión, de su relación directa con los futbolistas, de su concentración antes de subir al autocar para ir al estadio que fuera, de su celebre fraseología: «si este equipo desciende a Segunda División, yo me tiro a la bahía», «el fútbol de listos», «este es el mejor futbolista que he visto jamás (omito el nombre), pero no le gusta jugar», » a mi me va usted a decir lo que es un internacional uruguayo» o emprender escaleras arriba de un aeropuerto en Newcastle porque uno periodista le destacó a un jugador (también omito el nombre) que había jugado pésimamente.

No solo un vuelo de Moscú a Palma de más de tres horas de duración me pareció el más corto del mundo sentado a su lado, sino que absorbí como una esponja cada uno de sus detalles. Nunca le olvidaré.