¿Final feliz?

Vale, Messi se queda. Eso dicen. ¿Final feliz?. Lo dudo mucho, pero final que es de lo que se trataba. Mejor no preguntar. El tiempo, el campeonato, la liga que viene dictará sentencia, pero ni Bartomeu como presidente del Barça, ni el jugador, ni su entorno han salvado sus propios muebles. No solo su imagen ha quedado hecha trizas. Los futuros e hipotéticos compradores se lo pensarán mucho antes de confiar en el viejo Leo y los agentes y sus patrocinados hilarán fino a la hora de discutir y elaborar los contratos con el Barça.

Los pormenores, que seguro los hay, ahora ya son lo de menos. El nuevo fútbol acaba de dar un gran paso atrás si es que su credibilidad no estaba ya bastante tocada. No hay quien trague con eso de los sentimientos. Los de los jugadores por supuesto que no cuelan por mucho que se pongan la mano en el pecho como Napoleón el caballero del cuadro de El Greco. Los de los dirigentes, todavía menos. El ridículo a nivel mundial ha sido mayúsculo, con burofax o por telegrama.

No es por fastidiar, ni por retrógado, pero por difícil que pueda parecer entre todos acabarán por matar la gallina de los huevos de oro y miren que no es fácil porque la pelotita lo resiste todo: amaños, apuestas, corruptelas y corrupciones. Por aguantar, soporta hasta a Luis Rubiales en la RFEF y a Javier Tebas en la LFP y como guinda el presidente de la Balear, Miquel Bestard, presidente de la Gestora que regirá hasta la reelección del primero como candidato único para los próximos cuatro años. Diría aquello de lo alto que llegan unos y lo bajo que caen los otros, pero ya si eso, cada uno que saque sus conclusiones.