Insultos hasta en la tele

Era en el viejo Lluis Sitjar donde, desde la tribuna cubierta, un viejo mallorquinista de cuyo nombre me acuerdo pero no revelaré, se enfurecía progresivamente por la actuación del árbitro en cuestión. La protesta, que empezó con silbidos, fue aumentando de tono hasta llegar primero a los gritos y luego a los insultos. De aquella boca salieron todos los posibles cada vez que sonaba el silbato del colegiado: mar……., cab……, fill de…….. Cada vez más furioso y ya sin casi poder articular palabra y cegado por la ira, aquel buen hombre explotó: «¡valenciá!». No se le habría ocurrido mayor ofensa. Hoy sería tildado como mínimo de homófobo, xenófobo, racista y bastantes lindezas más.

Claro que no estuvo bien. Estos días la LFP ha propuesto multar al Mallorca por insultos proferidos desde las gradas de Son Moix, igual que a otros tres o cuatro clubs. Hay que acabar con determinadas actitudes, si. Yo mismo he sido insultado y casi agredido por seguidores del club y, en la Península por aficionados de otros equipos. Pero una vez más pretendemos comenzar la casa por el tejado.

La mala educación y la falta de respeto de hoy, viene de la seguridad en que pagar el precio de una entrada avala cualquier afrenta. Al margen, es preciso buscar el origen de tales comportamientos mucho antes de aplicar medidas en un estadio deportivo, de fútbol en este caso. El virus se inocula en las propias escuelas donde, a veces bajo la protección paterna, se desprecia la autoridad moral y educativa del docente. No hablemos de los lamentables espectáculos que se producen en partidos de alevines, benjamines e infantiles. Quienes insultan desde el asiento de un campo de fútbol son los mismos que ponen los pies en las butacas de los cines, llenan la moqueta de palomitas, hablan en voz alta molestando a los demás, tiran papeles por la calle, ensucian los arenales y las playas, escupen sobre las aceras, hacen sonar sus bocinas a cualquier hora, cruzan pasos de cebra montados en sus bicicletas o patinetes, pasean descamisados por avenidas y recintos, conducen bebidos o drogados, y una larguísima relación de barbaridades y diarios atentados contra el urbanismo más elemental.

¿Y el fútbol va a ser la reserva espiritual de la sociedad moderna porque la Liga de Fútbol Profesional proponga sancionar a los energúmenos?. Que no digo yo que no haya que hacerlo, pero también prevenir antes que intentar una cura imposible.