Interpretación y coartada

Por muchas vueltas que le demos, siempre se quejan los mismos, es decir aquellos que menos motivos tienen para quejarse. Los alaridos procedentes del Nou Camp o de Valdebebas en contra o a favor del VAR según les vaya en la fiesta son el colmo de la hipocresía y el desahogo, pero no vamos a entrar en lo de siempre. En todo caso sabias palabras las de Fernando Vázquez, otra vez entrenador del Deportivo, al sentenciar: «el VAR no se equivoca, lo hace quien lo interpreta». Este es el quid de la cuestión. Los reglamentos no están para interpretar, sino para ser aplicados. La guardia civil de tráfico no interpreta le velocidad que marca el control del radar al paso de un vehículo, sino que la sanciona en cuanto se excede la permitida. La interpretación, si me permiten la expresión, es la trampa, sobre todo cuando en el transcurso de la misma competición cambian los criterios. A principio de liga unas leves manos involuntarias en el área se castigaban con la pena máxima, ahora no y nos acabamos de enterar, evidentemente gracias a un partido del Real Madrid, de que un puñetazo o un pisotón visto hasta en las Termópilas no es falta si el balón no forma parte de la acción. Vamos, que si quieres partirle la crisma a alguien, vete junto al banderín de corner cuando le pelota circule por otras zonas del campo.

El Celta lamentó, con razón, la «interpretación» del piscinazo de Dani Rodriguez en Son Moix, el señor De Burgos Bengoetxea se tiró siete minutos para «interpretar». Pero el pasado sábado en Balaidos el asturiano González Fuertes «interpretó» que un flagrante contacto de Rafinha sobre Guardado era un penalti de libro hasta que, revisada la jugada, cambio su «interpretación». Y los hay que incluso ignoran cuándo o no debe intervenir el vídeo, llámese Take Kubo o Vicente Moreno. Tampoco me extraña porque no hay quien se aclare, ni el actor ni su intérprete, salvo en una cosa: que afecte al Madrid o al Barça.

Para zanjar el asunto, si ya de por si resulta difícil adivinar la intención de unas manos, una zancadilla, un codazo o un pisotón, imagínense deducirlo por televisión. De locos.