La coartada perfecta

El viento con el que la estación otoñal ha hecho su carta de presentación parece haber agitado un cierto oleaje, una ligera marejada, en las aguas internas de Son Moix y Son Bibiloni. Particularmente no dudo de la capacidad de Pablo Ortells para resolver determinadas situaciones, pero no tengo tan claro de que el presidente y sus socios sepan muy bien cómo manejar asuntos como el de Budimir que, punto y aparte, resulta cansino y tedioso. Y no, no guarda la menor similitud con el caso Messi ya no por la diferencia abismal de las cifras en cuestión, sino porque el el argentino es decisivo, o lo era, y el croata no pasa de ser uno más y, posiblemente, algo sobrevalorado.

Recuperar al delantero para la causa se me antoja tan arriesgado como desaconsejable. Desde este punto de vista y ahí es donde se equivocan los americanos, su baja se reduce a una operación económica y, aun siendo importante y comprensible la defensa de los intereses de cada uno, su hipotética continuidad impide el fichaje de un recambio más ilusionante e ilusionado. Budimir ya es una carta vista y un millón de euros de más o de menos no le convertirá en mejor de lo que es y lo que le hemos visto. Mientras tanto hay una bomba sin estallar en el vestuario y un ejemplo poco edificante para otros jugadores en situación paralela pero que, según Luis García Plaza, actúan y se lo toman de otra manera, lo cual no significa, ni mucho menos, que no oigan, vean y piensen.

Dicho sea desde una perspectiva interior. De puertas para afuera, a ver si los aficionados de cualquier equipo del mundo aprenden de una vez por todas que no hay escudos, ni colores, ni himnos, ni banderas. Aquí cada cual va a lo suyo y el público, los fieles de cada equipo, no son más que la coartada perfecta.