La columna vertebral

Cuando falla el pasillo de seguridad, como lo llamaba Luis Aragonés, o la columna vertebral de un equipo se notan las costuras. Si falta una de las vértebras puedes tapar con algún remiendo, pero si cruje todo el espinazo ya es más complicado. Lo bueno y lo malo del empate del Mallorca en Oviedo es que, pese a su distinto sabor, el empate contenta a ambos. El visitante pudo perder y al final salvó un punto de los tres que llegó a tener y el anfitrión evitó una derrota que parecía cantada e incluso amenazaba con ser más abultada. Los dos jugaron sin espina dorsal. Bien está lo que no acaba peor de lo que empezó y de lo que terminó, según el color de cada uno.

Luis García Plaza vertebra el equipo a través de una línea vertical sólida que comienza en Reina, pasa por Raillo, se centra con Salva Sevilla y adquiere equilibrio en Dani Rodríguez. Si falla una pieza hay alguna otra, pero ya no es lo mismo porque las ramificaciones nerviosas sufren. No, no hay jugadores insustituibles como individualidad, pero hasta la osa mayor pierde su dibujo en cuanto pierde el brillo una de sus estrellas. Y en el Nuevo Carlos Tartiere, que ya no es tan nuevo, quedó demostrado que no hubo eje sobre el que rotar ni en conceptos defensivos -Sastre tapó con un golazo una fragilidad preocupante como lateral- ni en ataque, donde Febas no suple al goleador del equipo ni en calidad, ni en esfuerzo físico, ni en velocidad, ni en la cantidad de terreno a cubrir.

A pesar de todo esto, hasta aquí la trayectoria es impecable. Solo que esto es muy largo, la liga no termina en enero y el ascenso no se conquista en una jornada, ni en dos, ni en media docena. Todavía hay mucha tela en la trastienda.