Más sobre amaños

  Aun sin cerrar el antiguo caso del Levante-Zaragoza, con testigos por declarar, la reciente investigación del llamado caso Oikos que de momento ha provocado 21 detenciones y una polvareda de escandalizados cara a la galería, ha servido para que los clubs implicados se hayan apresurado a espantar todas las moscas  y el presidente de la Liga de Fútbol Profesional haya puesto énfasis en que ninguna entidad participaba en los presuntos amaños y todo fue o es cosa de los jugadores. El Valencia ha llegado a curarse ya en salud al amenazar con demandas a quien se atreva a sugerir siquiera un indicio de corrupción en su partido contra el Valladolid. Nada nuevo bajo el sol.

La historia del Mallorca y otros clubs recogen episodios en los que se acusó de la compraventa de puntos bien para conseguir ascensos, títulos o evitar descensos. Pero como dije ayer todo ha terminado siempre en agua de borrajas, incluyendo aquel en que la policía interceptó al sujeto que portaba el sobre del soborno a aquel entrenador sentado en el antiguo Bar Cristal mientras los agentes se camuflaban entre los jardines de la Plaza de España. Y si, hubo detenciones, actuaciones judiciales y poca cosa más. Está escrito en las historias reales, ignoro si también en las oficiales porque, con perdón, no las he leído ni pienso hacerlo.

De vuelta al presente, insisto en lo que se persigue no es la impureza de la competición, sino el blanqueo de dinero. ¿Es que antes de legalizar las apuestas nunca ni un solo club o futbolista había participado en lances de resultado más que sospechoso?. Ni España fue la reserva espiritual de occidente, como se decía en tiempos de Franco, ni el fútbol un convento limpio de mácula y pecado.

No hace muchos años la BBC también destapó un operativo de apuestas en torno al tenis, hubo declaraciones públicas de tenistas reconociendo los amaños, nombres y cuentas corrientes. Aquello acabó en el cajón de algún archivo. ¿Ocurrirá lo mismo con la operación Oykos y alguna más?. Si nadie se atreve a tirar de la manta, seguro que si. Y quienes lo pueden hacer sabrán porque tienen que cantar o, por el contrario, callarse la boca y tragar lo que les echen.