My name is Luka

No he podido quitarme de la cabeza la canción de Suzanne Vega, preciosa por cierto, «My name is Luka». La letra es una llamada de atención sobre el maltrato infantil que, me dirán, no tiene que ver con el despertar al mundo real de nuestro joven Luka Romero. O si. En cierto modo.

Hay futbolistas de pelo en pecho incapaces de asimilar el éxito y ya no digamos la popularidad y el dinero. Ya saben, el coche más caro, el móvil de última generación y la chica nueva en la oficina o, mejor dicho, esperando en la puerta de la ciudad deportiva. Y a propósito de una portada que leí esta mañana y aun sin apreciar ni pizca de mala intención, no, no creo que el niño deba fijarse para nada en Sergio Ramos, entre otras cosas porque tampoco juega de defensa.

Tampoco debe prestar atención a los medios de comunicación ya se editen en papel o en formato digital, ni a las redes sociales, micrófonos o cámaras de televisión. En primer lugar a sus padres, solo a ellos y si acaso a sus maestros, los que le enseñan en Son Bibiloni y en el colegio que no debería abandonar en ningún caso. El récord ¡ah si!, el chaval más precoz en la historia de la liga española de primera división. Miren, de los tres que le precedieron en la escala no se acuerda ni el tato. Las marcas, este tipo de hitos, mejor dejárselos al Guiness. Hoy es imposible sustraerse al dato, que tampoco es más que eso, pero el tiempo pasa más rápido que la fama incluso bien entendida.

El circo, como en el Gran Carnaval de Billy Wilder, ya está montado. Ahora hay que evitar que sus focos le deslumbren. Luka no es un bicho raro de los que salen en el Gran Showman, es un adolescente como cualquier otro que, además, juega bien al fútbol. Pero piano, piano. No le maltratemos antes de que salga del cascarón y a veces los elogios excesivos, precipitados y, por qué no decirlo, interesados, encierran tanta violencia como un exabrupto o un insulto.

«My name is Luka. I live on the second floor. I live upstairs from you. Yes I think you’ve been me before».