Ni Messi, ni Cristiano

La gran ventaja de España es que, al contrario que Argentina, no depende de un jugador aunque sea el mejor del mundo, como Messi. Una flor no hace estío, ni un solo futbolista un equipo. Por algo juegan once por bando y aquello de que con diez se juega mejor no deja de ser un mal chiste. Nadie elige salir con uno menos.
El mayor inconveniente es su terquedad, su falta de autocrítica y, en consecuencia, la ausencia del menor propósito de enmienda que ha de acompañar a cualquier acto de contrición. Es como si, en lugar de confeccionar el mejor equipo, tuviéramos la necesidad de tener al Cristiano de turno, como si el colectivo más cohesionado y eficaz fuera menos valorado que la individualidad. Y no. Ni siquiera Iniesta está por encima del resto y mucho menos Isco u otro de sus compañeros. Ya no hablemos de Lucas Vazquez, Carvajal, Thiago o el mismísimo Diego Costa. La verdad, duela o no, es que después de la fase de grupos no creo que ni un solo profesional de la Roja formara en la alineación ideal de la competición en curso.
Hasta aquí Hierro, seleccionador circunstancial y sin currículum, no ha sabido ver ni reparar las fisuras de este bloque, empezando por la portería en defensa de la psicología no escrita y contra la razón, para seguir línea por línea. Carvajal no está para estos trotes, Busquets necesita un arbotante y Silva un descanso. Si hay que ir, se va; pero continuar igual «pa ná», es tontería.