Por la boca muere el pez

Maheta Molango es un filón, cada vez que le ponen un micrófono delante desnuda su alma cual pecador no arrepentido en un confesionario y deja algo más que perlas, el oro puro de la soberbia.

Su respuesta a las peticiones de Dani Pendín y Vicente Moreno no se hizo esperar: «Valjent, Budimir y Baba tampoco escribieron el Quijote» (Zlatanovic tampoco, ni siquiera Faurlín o Valcarce). Cierto, aunque una valoración precipitada. Lo que son y serán está por demostrar en primera división. Por otra parte Fray Junípero Serra, bautizado como Miguel José Serra Ferrer por si algún gracioso recurre al chiste fácil,  tampoco fue George Washington, pero evangelizó California antes de que existieran los Estados Unidos.

Pero ni siquiera esto fue lo peor de su breve comparecencia en la presentación de un Ciudad de Palma que, al menos por prudencia, el Ajuntament podría evitar. A estas alturas del guión apelar todavía al lastre de la deuda pendiente o como recalca, heredada, suena a golpe bajo. En una sociedad normal, normalizada y endeudada, su consejero delegado no cobraría lo que se le paga al primer ejecutivo de Robert Sarver en el Mallorca, pero es que el financiero americano tampoco la habría comprado al precio que pagó con amplia generosidad no a mayor gloria del club, sino de Utz Claassen. Nadie le obligó a adquirir esta propiedad cuyo estado financiero y según sus propias palabras, conocía perfectamente. Así que menos lobos.

El mallorquinismo ha cometido muchos pecados, sin duda, pero ya empiezo a creer que el castigo que sufre por ellos sobrepasa la más rigurosa penitencia.