¡Qué buenos vasallos de haber buenos señores!

Toda vez que  se ha demostrado que Maheta Molango quería engañar a todo el mallorquinismo rebajando la cifra del límite salarial autorizado por la Liga de Fútbol Profesional al Mallorca con una diferencia tan sustancial como de tres millones de euros sobre siete, queda por deducir cómo se contabilizarán sobre los presupuestos.

Caben varias posibilidades, que no se gasten, algo bastante improbable, o que Robert Sarver y sus socios fueran quienes impusieran el techo de los cuatro millones para no sumar pérdidas a los dieciséis que ya se han perdido bajo la dirección, gerencia o lo que se quiera llamar del CEO. Tendremos que recurrir a las filtraciones que más tarde o menos siempre se producen, puesto que eso que se llama la Ley de Transparencia se la pasan por el forro y, recordemos, el último presupuesto publicado en la web oficial del club data de la temporada 2014-15.

No habría nada que reprochar a los empresarios que llevan invertidos en el Real Mallorca SAD una cantidad que ronda los cuarenta millones de euros. Lo realmente incomprensible es que una inversión mucho menos, habrían podido ascender a Primera a los seis meses de su desembarco y se habrían ahorrado más de treinta. Pero como desde entonces no se ha llevado a la práctica otra política que la del misterio, seguimos sin saber si el financiero de Arizona vino aquí a divertirse, ganar dinero, perderlo o cualquier otro negocio insondable.

El equipo y el cuerpo técnico están muy por encima de sus jefes. Al menos por ahora.