Un bolero en Carabanchel

Aquí no hubo confinamiento, pero recuerdo haber titulado en ULTIMA HORA  «¡Que se queden en Carabanchel! (la cárcel)» el relato de un partido de vuelta de Copa del Generalísimo que el Mallorca disputó en el viejo campo de La Mina de la periferia madrileña.

Corría el 30 de enero de 1.975 y el Mallorca, que llevaba una temporada desastrosa en segunda división al punto de que descendió al final de aquella liga,  afrontaba en tercera ronda su primera eliminatoria de Copa. Había quedado exento en las primeras y el bombo le emparejó con el Carabanchel, de tercera división, al que había ganado 2-0 en Palma. El entrenador que empezó la temporada, César Rodríguez, había sido destituido y el presidente, el Barón de Vidal, salió por pies tras la cuarta jornada dejando el club en manos del constructor Antonio Seguí con una deuda de 60 millones de pesetas.

Lo curioso de aquel lance no fue el desastroso partido de los bermellones, a quienes había pasado a entrenar Hugo Villamide, el segundo del técnico cesado. Ni siquiera el resultado, 3-1 a favor de los locales, sino lo que sucedió después. Al concluir el tiempo reglamentario con empate, 3-3 en el cómputo de los dos partidos, se procedió al lanzamiento desde el punto de penalti. La euforia desatada en la afición local había provocado una invasión de campo que ni la fuerza pública ni el árbitro, el gallego Rabadán González, pudieron despejar. Tanto es así que la tanda se llevó a cabo con el público rodeando el área de castigo de aquel campo de tierra.

Los primeros lanzamientos determinaron una nueva igualada, por lo que la segunda serie de paraba en cuanto uno de los dos equipos fallara. Y fue el Carabanchel. Sorprendentemente cuando los jugadores del Mallorca se disponían a retirarse al vestuario, el colegiado decidió que habían que seguir tirando y con el público sin dejar el terreno de juego se tiraron aquella serie al completo y una tercera que, en el trigésimo penalti, proclamó ganador al conjunto de la capital.

Naturalmente el Mallorca impugnó el acta arbitral y presentó un recurso inmediato ante el Comité de Competición que, en efecto, sentenció que el partido había finalizado en el instante en que el Mallorca marcó en la segunda tanda y falló el Carabanchel. El señor Rabadán González no volvió a arbitrar en toda la temporada y dejó el arbitraje seis meses después. Pero a la siguiente eliminatoria el modesto San Andrés, también de Tercera, acabaría con la triste trayectoria copera de los bermellones aquel año.

Bernat Sans, Pons, Garau, Vicens o Bartolí entre otros podrán certificar este capítulo de la historia que no figura en la mayoría de las oficiales. Claro que no lo sé con certeza ya que yo no he leído ninguna más que la que yo mismo puedo contar.