Yo no lo compro

Tropezar cuatro veces en la misma piedra no es cuestión de mala suerte, sino simple y pura reincidencia. Lo del Atlético Baleares no es desgracia, sino empecinamiento.

Meses atrás ya restamos épica a su trayectoria. A Manix Mandiola le vino muy bien recolocarse en el Grupo I de Segunda B donde solo tenía que competir con otros trece contrincantes, pues los seis filiales restantes jugaban a otra cosa. Fue el rey en el país de los ciegos y aun así tuvo que proclamarse campeón gracias a una cacicada de la Federación dispiutando únicamente dos tercios de la competición y con una mínima ventaja de dos puntos sobre el Ibiza, otro fracasado, que además le aventajaba en el golaverage particular.

El técnico vasco, de buen hablar, es un “amarrategui” de libro con un discurso futbolístico arcaico y simplón con el que ha alcanzado muchas finales para no ganar ninguna. Ni siquiera a partido único y en campo neutral o a doble confrontación con la vuelta en casa. Nada. Así que menos lobos.

No podemos apuntar nada mejor en favor de la propiedad. Un accionista único y plenipotenciario cuyo único éxito ha sido conseguir una implicación desconocida del Ajuntament de Palma, de cuyo balcón no vi jamás colgar banderas de otros equipos ante citas previas mucho más importantes que un ascenso a segunda división. Tampoco me fijé en una subvención de medio millón para siembra de cesped con destino a un club que recurrió a un ERTE cuyp decreto, a su vez, destapó el cisma entre parte del vestuario, el cuerpo técnico y la presidencia. Malas noticias con un play off a la vista.

Y a estas alturas del guión eso del equipo de la clase obrera frente a los ricos no cuela por impropio y caduco. Eso, si acaso, en la edad media.

Pero la impostura ha servido para mantener la actividad de ciertos despachos y asesorías ajenas manipuladas por expertos en nada y sabiondos de todo hábiles en el arte de medrar. Perdón, pero yo no lo compro.