Cuando un amigo se va

La crítica no es constructiva ni destructiva, sencillamente es un desacuerdo que difícilmente entiende ni asume el o lo criticado. Sin embargo he de decir que una gran mayoría de aquellos a quienes critiqué en el ejercicio de mi profesión periodística se convirtieron en amigos al cesar en la suya. “Ahora comprendo lo que decías”, reconocían después.

Uno de ellos fue Antonio Oviedo, mallorquín de adopción, lo mismo del Mallorca que del Atlético Baleares o el Poblense porque jamás albergó odio, rencor ni envidia a lo largo de sus ochenta y cuatro años de una vida nada fácil. El éxito no perdona. Exhibió genialidad como futbolista y sabiduría como técnico. Pagó caras ambas cosas, pero no dejó de luchar.

El mallorquinismo le debe el renacimiento del club, de la mano de Miquel Contestí aunque sus destinos tuvieran que separarse. Las maletas de los entrenadores llevan ruedas, las de los directivos no. Jaume Cladera y Serra Ferrer repararon dicha deuda y le contrataron con despacho propio como informador de la dirección deportiva.

Yo tuve una relación más personal. Alejado de los banquillos fue comentarista fijo en mis transmisiones de los partidos del Mallorca a través de Antena 3, Radio Voz, Radio Marratxí (la primera, la auténtica), Radio Manía y Radio Marca. Compartí desplazamientos y absorbí conocimientos.

Me ha sentado mal el desayuno, cuando recibí la noticia de su óbito. Dios, en el Cielo, le concederá la justicia que siempre reclamó, con razón,  en la Tierra; ya fuera en Elche, Almería o Palma.