Las cosas como son

Desconfío sistemáticamente de quienes alardean de llamar a las cosas por su nombre: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Por desgracia nos especializamos cada vez más en darle la vuelta a la tortilla y el lenguaje claro y directo pierde su batalla frente al postureo reinante y eso que califican de políticamente correcto, otra chorrada de invento.

Anglicismos aparte y al margen de lo que no sean consideraciones semánticas, llamamos jueces a los árbitros cuando quienes dictan sentencia son los miembros de los comités de competición, socios de un club a aquellos que no ostentan condición distinta a la de abonados e incluso estadios a recintos que solo reúnen características propias de un campo de fútbol.

En su intento de darse la importancia que no tiene y otorgársela a quien se la quiera inferir, la Federación Española de Fútbol decidió llamar a la Segunda B, que ya era un regalo, Primera RFEF y lo que siempre fue la tercera división, Segundan RFEF. Dos mentiras como una catedral. No es por desilusionar a los equipos que han celebrado sus respectivos ascensos a dichas categorías, pero montar fiestas porque uno haya subido a Tercera o a Cuarta, que es la única y auténtica realidad, únicamente se justifica en el caso de clubs modestos, pero no en aquellos otros venidos a menos por deméritos propios o incluso filiales de los grandes.

Cada cual es muy dueño de engañarse cómo y cuándo quiera, pero bastante nos toman ya el pelo como para tragar con las ínfulas de los demás.