¡Que vienen curvas!

Si la propuesta de la LFP es que la liga empiece a mediados de agosto, entre el 12 y el 15, la mayoría de equipos tendrán que disponer el inicio de la pretemporada para la primera semana de julio. Seis semanas es lo que normalmente se necesita para poner a tono a los jugadores, si bien la próxima será una temporada atípica en función de la obligatoria parada promovida por la voracidad económica de la FIFA al convocar el Mundial 2022 en Quatar bajo temperaturas extremas. Todo por la pasta.

Trabajo tienen los entrenadores ya no para preparar el comienzo de los entrenamientos, sino planificar qué actividades encomendarán a sus pupilos durante el mes y medio que se detenga la competición. ¿Seguir jugando un amistoso cada semana, intercalar alguna mini pretemporada o no tan mini, conceder algún descanso extra?. Porque la otra cuestión vendrá con la confección de un calendario que a buen seguro procurará jornadas intersemanales cuya coincidencia con los preparatorios de la Selección, la Champions y la Europa League se nos antoja inevitable.

Todo ello afectará necesariamente al mercado que, a dos meses de que se levante el telón y dos semanas para que comiencen los ejercicios, se encuentra bastante parado. No hay fechas, pero tampoco dinero. Si estos últimos años se ha puesto de moda apurar los plazos con el fin de obtener mejores precios, sin demasiado resultado habría que matizar, lo que viene son cesiones y la búsqueda de gangas difíciles de descubrir, sino imposible. Por otra parte una práctica que alivia la tesorería de los clubs pero, al mismo tiempo, reduce su valor patrimonial.

La inflación galopante y la anunciada subida de tipos de interés amenazan convertir el drama ya existente en tragedia insoslayable.