Nos bastamos solos

No debe ser casual que el deporte balear de equipo no haya dado grandes éxitos ni alegrías. El Mallorca vivió su época dorada con la llegada de Antonio Asensio Pizarro y escribió sus mejores capítulos durante los dieciséis años consecutivos que se mantuvo en primera división. El resto, altas montañas y profundos valles, hasta terminar en manos extranjeras a lomos de la desidia del empresariado local. Y de la sociedad en la que vivimos, digámoslo claramente, porque en el capítulo individual sucede todo lo contrario. Así es como somos.

Si el «american Majorca» es el máximo exponente de la práctica colectiva, fracasado el baloncesto, el balonmano y el resto de equipos de fútbol, solo la aparición puntual del Son Amar en voleibol y, en menor medida, el Palma Futsal de hoy, confirman la regla por excepcionales. Por el contrario la relación de triunfadores particulares desde el mítico Guillermo Timoner, hasta Rafa Nadal, pasando por Marga Fullana, Jorge Lorenzo, Sergi Llull, Mario Mola, Carlos Moyá, Rudy o Abrines, por no citarlos a todos, se hace felizmente larga. Y, por fortuna, no se acaba.

Estos últimos días asistimos a la conversión de algunas promesas en florecientes realidades. El ciclista Enric Mas o el piloto Joan Mir, encarnan la nueva savia del deporte balear con denominación de origen. Y seguro que me dejo alguno más. Marcan la senda del futuro y garantizan la continuidad del espíritu que ha puesto el nombre de nuestro archipiélago en el mapa. No son ni Budimir, ni Salibur, ni llenan los mismos espacios informativos que ellos. Y se buscan sus propios patrocinios.