Cierra el campo, abre el despacho

El Mallorca cierra en el Cerro del Espino una temporada coronada por el logro del objetivo obligatorio que se había grabado a fuego después de abandonar el fútbol profesional hace un año. No merece demasiado la pena detenerse en este duelo a doble partido con el Rayo Majadahonda, que no estaría aquí de no haber mediado un autogol del Cartagena en el minuto 97 del partido de vuelta en el que ambos se enfrentaron. Al alinear a un once plagado de suplentes en Son Moix, el propio Vicente Moreno, queriendo o sin querer, menospreció el título en disputa. Si se gana, bien y si no, también.

Ahora se abre una nueva etapa. Desde el club no se hace sino minar las ilusionantes aspiraciones de la afición. El martilleante mensaje del límite salarial tiene por objeto rebajar la exigencia del mallorquinismo para que se conforme con no repetir un nuevo descenso. En principio no cabe esperar una gran política de fichajes, en la línea de incorporaciones menos que discretas llevadas a cabo las dos últimas temporadas. Es de perogrullo incidir en que una mayor inversión no garantiza un rendimiento mejor o permita vislumbrar metas más ambiciosas, pero no es menos cierto que, por regla general, los equipos con presupuestos más altos son los que están arriba y aquellos que gastan menos los condenados a sufrir. Salvo excepciones que, por otra parte, el Mallorca podría explorar si es capaz. Es decir, no pongamos los ejemplos inusuales del Eibar o el Huesca si no nos proponemos imitarlos.