Con ánimo de polémica
El derecho a la presunción de inocencia hace tiempo que se ha terminado en España. Aquí todo el mundo es culpable hasta que no demuestre su inocencia y no al revés. En realidad la necesidad de establecer un cuerpo de jueces, fiscales y abogados que diriman los presuntos incumplimientos de la ley parece innecesario ya que no pocos medios de comunicación se erigen en alguna de las tres cosas o en todas a la vez en aras de su pertinente libertad de expresión. Antes de que los tribunales decidan, ya se han celebrado los juicios ante las pantallas de televisión, emisoras de radio, páginas de los periódicos y por supuesto, internet.
No importa que muchos de los predicadores no tengan la menor idea de lo que dice el Código Penal o Civil, respecto a lo que es delito y lo que no, además de las penas a imponer en función de las sentencias. Se ha implantado el derecho al linchamiento que se practicó desde finales del siglo XVIII hasta bien entrado el XX. No veo muchas diferencias entre las arengas de los fanáticos, para excitar a la plebe a condenar y ejecutar a un presunto delincuente, con las diatribas que se escuchan y se leen a diario o las reuniones de ciudadanos a la puerta de un juzgado para insultar o algo peor al reo de turno. Como en las películas del lejano oeste americano, si hubiera horcas las utilizarían.
Si el dictamen de los jueces y juezas, vale, nos gusta, perfecto, pero si se contrapone a las expectativas generadas, hasta los mismos togados se revuelven contra sus compañeros. ¿Respeto a la Justicia?. ¡Mandeeeeee!, ¿esto qué es?. Más que el cuarto poder, el segundo tribunal.