Escuchar antes de hablar

Decía Montesquieu que para triunfar es preciso parecer loco, pero ser prudente. No vamos a dudar del raciocinio de Javier Aguirre, aunque sí afirmar que su prudencia encaja con su veteranía. También su segundo, el mallorquín Toni Amor, llama a la calma al advertir que, si bien la clasificación del equipo anima la euforia y excita a los imprudentes, no es el mejor momento para desatar la lengua en pos de aspiraciones europeas que, de otro lado, obligarían a la propiedad a un salto económico del que no parecen partidarios.

Soñar es lícito. La ilusión, como la fe, mueve montañas si acaso menos reconocibles, pero siempre me enseñaron que escuchar, no simplemente oir, es mayor virtud que hablar y los técnicos del Mallorca se merecen ser escuchados. Primero por su trabajo, segundo por sus resultados y, finalmente, porque son quienes mejor conocen las posibilidades de sus jugadores. Tampoco es cuestión de meterles Europa en la cabeza cada vez que ganan y alertarles del descenso cuando pierden. Vamos a dejarlo en un término medio.

Al mismo tiempo que unos se bregan en el campo, la proximidad de los idus de marzo aconseja trabajar en los despachos en más de un frente. No olvidemos que la buena trayectoria del primer equipo contrasta con el desastre del Mallorca B, abocado a su regreso a tercera división, una pésima noticia. En teoría nos referimos al futuro del club que, sin embargo, no parece transitar por tal camino. Pero también es el momento de arar la tierra, es decir olvidar los contratos irrenovables, determinar cómo siguen aquellos de mayor interés, negociar bajas sin apreturas y afinar la puntería de los objetivos que han de contribuir por obligación a mejorar lo que al final se haya logrado esta temporada. Y si fuera competir en Europa, ya ni les digo.