La guerra del fútbol español
Lo único que explica, no justifica, el cambio de formato de la Copa del Rey la Supercopa aprobado por la Asamblea de la Federación Española de Fútbol es el dinero. El organismo federativo perdió mucho poder con la creación y las atribuciones de la Liga de Fútbol Profesional y el enfrentamiento entre Luis Rubiales y Javier Tebas por el control de las competiciones, extrapolado ya también al fútbol femenino, amenaza con terminar en los tribunales de justicia, como si no tuvieran ya suficiente trabajo para tan pocos medios.
Independientemente de lo que cada uno opine sobre las normas que regirán ambos torneos, es evidente que el fútbol español precisa cambios más urgentes que el de reformar estos campeonatos internos de relativa trascendencia. Se antoja mucho más necesario reducir el número de participantes en Segunda para volver a los veinte originales y recortar su excesiva duración adaptándola al resto de las categorías.
Otra causa pendiente es la forma de decidir los ascensos a Primera y los de Segunda B. Es injusto comparar la tercera posición en la tabla clasificatoria con la sexta después de la friolera de 42 jornadas de liga sin descanso. Bajan tres, suben tres. Como casi siempre ocurrió. Y no hablemos de los campeones de la categoría de bronce sometidos a una promoción que devalúa el título obtenido en sus respectivos grupos, por otra parte notoriamente excesivos. Pero, como de costumbre, se empieza la casa por el tejado y las obras siguen una desarrollo piramidal ajenas al verdadero interés general y de los aficionados que mantienen, sea por televisión o no, esta gallina cuyos huevos de oro no alcanzan a todos.