Menos que un club

Ingo Volkmann, presidente del Atlético Baleares, tiene una debilidad que se llama Patrick Messow, su director deportivo a tiempo parcial con Jordi Roger, que pasa del banquillo a los despachos y viceversas como si se tratara de un ascensor que sube y baja. A su vez, la debilidad del presidente, parco en conocimientos de su materia como el tiempo y los resultados se han encargado de demostrar, tiene que buscar asesores donde solo hay comisionistas, algunos de los cuales saben todavía menos que aquel que les contrata. Un galimatías, lo sé.

Ya he contado en alguna ocasión que con motivo de haber sido invitados a un almuerzo entre amigos, coincidí con el fotógrafo, yo diría que fotoperiodista más que otra cosa, Tomás Monserrat, balearico de pro con quien compartí grandes momentos de trabajo árduo, pero feliz y satisfactorio. Un día contaré algunos. Uno de los comensales le preguntó si en verdad el Atletic tenía tanta afición como pregonaban ciertos medios y contestó que «si, lo que pasa es que está dormida». Sin poder contenerme intervine para decir: «pues debe tener mucho sueño, Tomás».

Anécdota aparte, con carga de profundidad, las cosas se pueden hacer muy bien, bien, regular, mal y muy mal o, lo siguiente que es lo que se viene haciendo en las entrañas del Estadio Balear, un recinto coquetamente remozado, lo que es de agradecer, por un señor al que no importa perder cada año unos cuantos millones de euros para mantener su muy respetable hobby. Un club de fútbol, sin embargo, no es solo esto. Conectar el juguete de un individuo con la historia, la tradición y el sentimiento de un grupo social suele provocar un calambre. Y ya ha estado a punto.