El descenso no importa

El nuevo mallorquinismo, porque al tradicional no se la cuelan, debe entender y suponemos que así lo acepta, que el Mallorca no constituye para sus dueños más que una de sus inversiones, lo cual tiene sus ventajas pero también inconvenientes.

Lo peor es que para estas buenas gentes el sentimiento no existe. No compraron la SAD por ningún tipo de relación sentimental, ni siquiera por su nombre, ubicación o historia. Simplemente alguien les convenció, parece que Javier Tebas, de que ya que no podían comprar al Rangers, ni al Getafe o el Levante,  lo intentaran aquí donde un Utz Claassen desesperado vió la oportunidad de salvar sus propios muebles tras liquidar los restos del legado del antiguo Alfonso XIII. Hoy lo único que queda de mallorquín en una sociedad sin ningún paisano entre sus consejeros es su domicilio social.

Pero de cara al aficionado menos exigente, este proyecto exclusivamente comercial tiene su cara amable y es que no hay por qué temer por al descenso. A la propiedad le trae al pairo. Ha invertido en torno a 50 millones de euros, esta temporada percibirá unos 45 y, en caso de regresar a segunda división, unos 20 veinte más por la ayuda de la LFP a los que bajan, lo cual les asegura como mínimo, recuperar la inversión. Venden el último ascenso como si el equipo no hubiera jugado en primera división jamás de los jamases, pero tapan un vergonzoso descenso a Segunda B que utilizaron para aligerar su nómina de empleados. Y lo hicieron con saña y sin escrúpulos.

Que nadie espera grandes fichajes, ni esfuerzos económicos para mantener la categoría, la dignidad de la bandera y el escudo. Esto es frío y puro negocio. Todo lo demás, técnicas de marketing para alimentar la fácil necesidad social de aferrarse a alguna ilusión colectiva.