¡Balones fuera!

Algunos culpan al empedrado o lo primer que se les ocurre, la mayoría recurren al arbitraje del que nunca hablan cuando sus equipos ganan. Una mala costumbre de todas maneras porque hurgar en ojo ajeno antes que sentir la mota, cuña o viga en el propio es impropio de deportistas.

Ocurre cada jornada tanto en primera como en segunda división y, por supuesto, hasta en partidos de infantiles probablemente más. Pero es imperdonable en profesionales que viven de ésto y no precisamente mal. Es cierto que el fútbol español vive un grave problema arbitral, agravado por el caso Enríquez Negreira y debido al antediluviano sistema por el que se rige el Comité Técnico que depende, no lo pasemos por alto, de la Federación Española de Fútbol donde, según ha desvelado El Confidencial, conocía los pagos del Barça al entonces vicepresidente de Sánchez Arminio y no solo restaron importancia al hecho, sino que no les pareció nada incompatible dada la actividad del sujeto en cuestión.

No solo es la excusa perfecta. Esta semana el entrenador del Mallorca Javier Aguirre ha tratado de desviar la atención de la enésima derrota de su equipo como visitante en alusión al horario de las dos de la tarde impuesto por la LFP. No lo hizo cuando a esta misma hora sus pupilos derrotaron al Almería y al Real Madrid, día en que la épica, la hazaña, era más importante que el sol y la temperatura. Menos citas a la hora de comer, vale, pero más autocrítica en todo momento por favor, que bastante considerados somos con su trabajo en base a la calidad de la plantilla que prepara.

La guinda se la ha llevado Ancelotti. Si, está en su pleno derecho de dudar por la decisión de anular un gol de Asensio en fuera de juego milimétrico indicado desde el VAR. Somos los primeros en reconocer que invalidar una acción porque en el trazado de líneas el codo del delantero sobresale más que el último defensor no responde a la filosofía del invento, como no lo haría la mano, el brazo o, al paso que llevamos, el «paquete» mejor dotado del rematador. Pero de eso a intentarnos convencer de que el Real Madrid jugó bien en lugar de ser un rival lento, ramplón, sin laterales, con un Kroos acabado y un Benzema temeroso y anulado, media la conciencia de querer intoxicar a su propia afición. Otra cosa es que el colegiado en cuestión, De Burgos Bengoetxea, no se tomara la molestia de ir a la pantalla para tomar su propia decisión e interpretación, algo a lo que es están acostumbrando todos, por cansancio, pereza o vaguería

Medalla de bronce para el buen técnico de Osasuna, Jagoba Arrasate, que después de caer ante el Villarreal por un rotundo 0-3, reclamaba una mano de Yeremi Pino en el área «groguet». Y puede que tuviera razón porque, en efecto, unas manos se sancionan y otras no en acciones evidentemente paralelas, pero sacarlo de contexto cuando te han metido tres y en tu casa, no procede. Mejor aquello de, no sé,  tuvimos un mal día y a otra cosa mariposa.