Descenso a la realidad
La jornada deja al Mallorca seis puntos por encima del descenso, pero no es lo mismo contemplar la distancia desde la décima posición que desde la décimo séptima. En el supuesto de que los de Javier Aguirre pinchen escandalosamente, son nada menos que diez los equipos que tendrían que voltear sus respectivas trayectorias y teniendo en cuenta que faltan 42 puntos por disputar y muchos de ellos entre estos mismos conjuntos, reconozcamos que no hay motivo para el nerviosismo. Las alarmas siguen en silencio.
La realidad clasificatoria que pregona tanta igualdad, repetida en segunda división, representa el índice de mediocridad que incide en la baja calidad general del juego que afecta por igual a la mayoría de competidores salvo excepciones confirmatorias y puntuales. Decididamente la competición que tanto enorgullece sin motivo a la Liga de Fútbol Profesional no es apta para neófitos ni curiosos, sino sólo apeatecible para avezados, entendidos y apasionados «futboleros».
En este circo el Mallorca es uno más del elenco. En su afán de querer aparentar más de lo que tiene desvía frecuentemente la atención de sus derrotas hacia agentes externos a sus evidentes causas, principalmente los árbitros, una mala costumbre que no reporta nunca beneficio alguno. Con un rendimiento defensivo notable, Javier Aguirre no ha encontrado alternativas para obtener un ataque más efectivo. La dependencia de Muriqi es demasiado previsible y aunque el kosovar haya sumado la mitad de los goles a favor, únicamente el Cadiz, el Valladolid y el Elche empeoran este débil poder realizador.
Fuera de los fríos números, prefiramos dejar toda especulación para tertulias de café o chismorreo en las redes sociales de las que, por cierto, tan amigos son en los despachos de Son Moix. Pero la información seria, créanlo, es otra cosa.