El rosario de la aurora

Acabada la invasión de las selecciones para jugar partidos amistosos en medio del ya de por si apretado calendario que soportan los futbolistas, excepción hecha de Vinicius que sigue a la suyo vista la camiseta que vista y para vergüenza y postureo de aquellos que le siguen la corriente, vuelve la liga, la cual, sin presumir de nada, nos devuelve un cierto interés por el fútbol de verdad.

Antes desayunamos con unas declaraciones del todavía presidente, interino si, de la Federación de Fútbol de las Illes Balears, Pep Sansó, en las que confirma sus planes para rebajar su condición a la de director general, no sabemos si con el mismo sueldo, en caso de que su actual puesto lo ocupe quien le tiene que nombrar, o sea el secretario en curso. Ellos se lo guisan y se lo comen según recetas de inciertos cocineros para fogones de inducción. «No me presento porque quiero volver a la gestión» hemos leído en las páginas de Ultima Hora, de lo que se deduce que en los doce meses de eventual, más los ocho de propina por gentileza del Govern Balear en cuya Dirección General de Deportes echamos de menos a Antonio Borrás i Llabrés, que en paz descanse, y miren que ha llovido bastante desde entonces, que durante este largo año y medio no ha gestionado nada. Nos lo temíamos.

Aquí cae granizo y en Madrid, desde donde el quinto vicepresidente de la FFIB aguardó la caida de su predecesor, no cesa la tormenta. La FIFA deja caer su posible intervención de la Española al gusto del CSD que, como ocurrió con Luis Rubiales, prefiere que el trabajo sucio lo hagan otros. A Pablo Rocha, que fue tan «rubialista» como tantos otros de los que continúan en Las Rozas, se le han atragantado las elecciones que no convocó y su correspondiente renuncia para presentar su candidatura. A la par que Infantino y Ceferin afilan su guadaña con el Mundial 2030 en el horizonte luso-marroquí, el TAD recibe la Semana Santa como agua de mayo en lugar de días de pasión y resurrección dudosa. Nada indica que el último sacrificio ofrecido, el de Albert Luque como director deportivo de la Selección, sea suficiente para calmar la ira del poderoso.

Más que a procesiones, asistimos al rosario de la aurora.