El último bastión

No creo que ningún poseedor de títulos de propiedad del viejo y derruido estadio Lluis Sitjar se vaya a hacer millonario con la oferta pública que el alcalde de Palma ha anunciado para adquirir los mismos. Aun así muchos venderán. No sé si algo sabría ya el director financiero, económico o lo que sea del Mallorca, Alfonso Diaz, cuando hace unos días recomendó ante los medios de comunicación, incluso algún periodista, que dichos propietarios aceptaran la oferta municipal. Me resulta extraño que el club acepte una propuesta que se presume muy por debajo de las valoraciones encargadas en su día desde la planta noble de Son Moix, pero desconozco si se darían otras compensaciones, digamos en especies.

Lo que si entiendo es que cae el último bastión del mallorquinismo auténtico, rancio para algunos, en la fase final de la vida de las profundas raíces que sustentaron y alimentaron la razón de ser de este club. Ha nacido otro en su lugar pero que ya nada o casi nada tiene que ver con el que fue. Será el signo de los tiempos pero el fútbol hace tiempo que dejó de ser un deporte y cada vez menos un espectáculo para devenir en una industria más y el Mallorca no es sino una empresa de perfil medio inmersa en este tejido productivo cuya rentabilidad, por otra parte, se encuentra en entredicho. Así me lo reconocía un deportista con titulo de entrenador y presidente de una federación hace un mes para explicarme su desencanto. Joven aun para más señas y para que no se confunda el criterio con la edad.