Muriqi manía

Se me ocurren dos reflexiones en torno a la «muriqimanía» que parece haberse desatado entre el mallorquinismo propenso, como todas las aficiones, a puntuar con signos de admiración a las primeras de cambio y a calificar con matrícula de honor exámenes inconclusos.

La lista de futbolistas que encandilaron a la parroquia primero y terminaron como el rosario de la aurora después sería larga, aunque indudablemente Muriqi aporta características ajenas a sus compañeros de demarcación y sobre todo una personalidad muy definida que le impele a pelear todos y cada uno de los balones que rondan el área enemiga, su escenario de confort, en una tarea sumamente incómoda para los defensas que cuidan de vigilar le. Dos de los tres goles que el Mallorca le marcó el lunes al Athlétic, el de Angel y el de Kubo, se originaron en sendas acciones del kosovar en busca de pelotas casi perdidas o en las que, en apariencia, llevaba ventaja el contrario.

Pero la segunda reflexión, inherente a Luis García Plaza, tiene que ver con el dibujo. Su equipo ha marginado el 4-2-3-1 con el que venía saliendo desde la pasada temporada y ha vuelto al 4-4-2 que revaloriza la labor de dos atacantes que se complementan, más estático uno y dotado de maliciosa movilidad el segundo, Angel. Mas allá de las cualidades adjudicadas al recién llegado, es lícito preguntarse si atribuimos el rendimiento ofensivo al individuo o al nuevo sistema, palabra que odiaba Benito Floro.

Se dirá que antes del fichaje en cuestión ya jugaron dos delanteros en circunstancias ocasionales, una verdad a medias porque se tendría que precisar si hablamos de dos puntas, como es el caso, o de punta y media, que ya vimos antes. Más exactamente si nos referimos a dos delanteros natos o no. Sea de una manera o de la otra, demos tiempo al tiempo porque queda mucha liga y el camino es largo y lleno de curvas.