Once leones y un solo rugido

Aunque el Mallorca, su técnico, sus jugadores, su direción de fútbol, no se hayan enterado o al menos no lo parece, el Athletic, sin más fichaje que el de Galarreta, ha arrancado sus motores desde el primer día. Una rotunda victoria en el siempre complicado escenario de El Sadar y poner en evidencia a la defensa del Real Betis, con la ayuda de un penaltito, vale, avalan los seis puntos que ostenta en la misma clasificación donde los de Javier Aguirre, aún indeciso e impreciso, han empezado con uno de nueve.

La lesión Raillo, no compensada con el retorno del antes denostado Nastasic, ni con la salida de Grenier, el nuevo vídeo marcador o la entrada de Steve Kerr como accionista, condicionan un dibujo cuya eficacia ha quedado expuesta a la duda en tres actuaciones que de haberse producido en mitad de temporada sembrarían el pánico, un temor que no por caer apenas izado el telón preocupa menos.

El Villarreal, al que el primer remate a su portería en Son Moix no llegó hasta el minuto 88, ha encajado ya nueve goles. Un dato a considerar. Y ahora vienen los chicos de Ernesto Valverde, los de siempre, Muniaín, los hermanos Williams, Unai Simón bajo palos y, en definitiva su estilo característico para obligarnos a despertar o, por el contrario, rendirnos a una realidad que creíamos alejada de nuestras pesadillas.

El titular del cuerpo técnico local ha dicho que «es importante llegar al parón con buenas sensaciones». Me recuerda a aquel espectador que en plena crisis de juego y resultados, espetó: «ahora ya aplaudimos hasta los córners». Porque, en efecto, lo verdaderamente trascendente es ganar, ganar y ganar porque las sensaciones no dan puntos, ni siquiera permanecen más de veinticuatro horas en la memoria de nadie.

Las desgracias nunca vienen solas y el Comité de Designación arbitral es en si mismo una de ellas. Habida cuenta de que el sevillano Figueroa Vázquez la lío y gorda en el mismo encuentro de la pasada liga, repite en plaza. No es que sea uno de los peores de la categoría a la que ascendió hace cuatro años sin mérito justificable, sino que es tarjetero, síntoma de poca autoridad, y si no hay penaltis se los inventa, como el que pitó entonces a favor de los «leones» por una mano de Galarreta, que sí la tocó, ignorando una previa de Adu Ares en la última acción del partido. Luego, claro, tarjetas rojas  hasta a los vigilantes de los tornos y el rugido final.