Zafiedad al cuadrado

Asistimos atónitos, no sorprendidos, a las campañas desatadas por los propietarios del Real Mallorca SAD y el Atlético Baleares SAD contra sus respectivos entrenadores. La filtración orquestada desde Son Moix para dar a conocer las intenciones de Vicente Moreno de no seguir en el club con pleno desprecio al delicado momento en que se dio la orden, con dos jornadas pendientes y opciones matemáticas de permanencia, no pretendía sino desacreditar al técnico para desviar la atención sobre la manifiesta irresponsabilidad del consejo de administración o los ejecutivos encargados de representarlo. Es más que probable que cuando el nuevo director de fútbol, Pablo Ortells, aterrizó en Mallorca ya conocía las intenciones del de Masanasa e incluso hubiera contratado o al menos apalabrado el compromiso de su sustituto. De ahí que si Sarver y Kohlberg no cambian de idea, se puede encontrar con dos entrenadores en lugar de uno.

Las declaraciones de Ingo Volkman una vez que se ha perdido un play off que difícilmente volverá a disputarse en condiciones tan favorables para echar sobre Manix Mandiola los perros de una crítica entregada, alcanzan la zafiedad más absoluta aunque, al mismo tiempo, revelan la personalidad y desconocimiento del restaurador del Estadio Balear. Que el eibarrés tildara a su fiel guardián de juvenil de segundo año y a él mismo de «hooligan» le ha dolido más que la derrota. Pero hay una diferencia: Manix lo dijo antes de terminar la temporada y no a cartas vistas y sin el enemigo enfrente. Al vasco y bastantes jugadores le hizo daño el ERTE. Al alemán no haberlo pensado cuando tomó la decisión.

Los empresarios mallorquines mejor preparados hace tiempo que renunciaron al fútbol, no en menor medida que los medios abdicaron de sus obligaciones. Y esto es lo que tenemos: la mitad de lo que nos hemos ganado y la otra con lo que nos hemos merecido. ¡Que aproveche!