28 jornadas antes

Aunque lo dijera Luis Aragonés, que merece toda admiración y respeto, eso de que todo se decide en los últimos diez partidos es una verdad a medias. No hay duda de que en términos absolutos es así, ya que la liga no se acaba en la vigésimo octava jornada, pero no es lo mismo llegar a esta cota con 34 o 35 puntos, como el Mallorca y el Girona, a hacerlo con 27 o 28 como el Espanyol y el Valencia, o los equipos que median entre ambas posiciones.

Yo soy más de la teoría de Héctor Cúper, sorprendido cuando el doctor Beltrán le dijo que no se preocupara de los partidos contra el Barça o el Madrid: «¿es que los puntos no cuentan igual?», le respondió al entonces presidente nacido en Mallorca y residente en la capital del Estado. Claro que hay equipos que se clasifican o descienden por sus resultados en el último recorrido del campeonato, pero otros se han condenado mucho antes, veamos el Elche, o salvado hace semanas, ejemplos del Rayo y el Osasuna, matemáticas aparte.

Por supuesto que cuando se llega a estas alturas de la competición, entran las prisas y la desesperación hace mella en los implicados. Aquellos que la usan como motivación adquieren ventaja sobre los que acusan el peso de la responsabilidad y las botas. Las quinielas se vuelven imprevisibles, pues incluso los equipos que navegan sobre aguas en calma son capaces de hacer de ella una virtud añadida. No obstante y dejando las primas a terceros de lado, que haberlas haylas, mejor topar con contrincantes que ya hayan hecho los deberes antes que frente a aquellos que los han dejado para el final.