Arbitros en el foco

El caso Negreira ha convertido de nuevo al colectivo arbitral en blanco de todas las sospechas, sobre todo de hinchas desaprensivos que, unas veces si y otras no, se ocultan bajo pseudónimos en la selva de la redes sociales, una irresponsabilidad compartida con algunos medios de comunicación e informadores más fanáticos que el peor de los apasionados.

A instancias de la Federación, que tampoco sale muy bien parada del asunto, el Comité Nacional ha decidido que sus colegiados den la cara en rueda de prensa para defender su honorabilidad. Particularmente nunca he dudado de ella, aunque he recordado haber publicado en Ultima Hora hace años una información sobre el soborno, o intento, del Espanyol al mallorquín Diego Balaguer, para ganar en el campo de Las Palmas. Di el nombre del intermediario, el número de cuenta de Banesto en el que se había ingresado el dinero. En efecto ganó el equipo catalán, pero el árbitro no había hablado con nadie ni jamás vió una peseta, ni perjudicó a los locales. Un poco como lo del Barçagate, donde el club pagano soltaba la pasta sin recibir a cambio ningún informe. Eso dicen.

No es justo que ahora reciban todos los árbitros, no; pero los hay buenos y malos en desigual reparto entre primera y segunda división. Esta es una parte del problema. Un caso muy próximo con el madrileño Cuadra Fernández inscrito en el Comité Balear para poder pitar en la máxima categoría. Cuestión de cupo. Hay más. No es de recibo que los descendidos o retirados, unos por edad y otros por incompetentes, sigan chupando del bote en las cabinas de vídeo arbitraje. El escándalo de Ignacio Iglesias Villanueva en el Cádiz-Elche de esta temporada, con la complicidad de Diaz de Mera, este aun en activo, no se castiga con unos días de nevera, sino con su inmediato cese. Pero de eso, ni de otras cosas, hablarán en la convocatoria a los periodistas.

De ahí el terreno abonado a la desinformación. Si te equivocas con el Madrid o el Barça, prepárate a recibir palos, pero si te cargas al Celta, el Elche o cualquiera de los de abajo, no pasa nada. Porque, al final, los improperios que navegan por internet son los de siempre: el derrotado culpa al arbitraje y el ganador no dice nada, cada uno elige según le va en la fiesta; la misma acción es en error para unos y un acierto según otros. De este río revuelto se aprovechan los pescadores. Ni lo duden.