Cuanto peor, mejor

La IFAB, la comisión de la FIFA que estudia la actualización del reglamento, se reúne este sábado para decidir, entre otras cosas, la norma del fuera de juego, un nuevo modelo de VAR y las pérdidas de tiempo. La primera es la más sencilla aunque no hacía falta ninguna reunión para aplicar algo tan sencillo como que la posición antirreglamentaria de un delantero la fije la totalidad de su cuerpo y no una sola parte del mismo, la punta de la nariz por escribirlo finamente. Para las otras dos, agárrense que vienen curvas.

Aparte de prescindir del ayudante del árbitro designado para sentarse ante una pantalla, cuya misión es la de revisar TODAS las acciones que se produzcan durante un partido y no solo, de ahí el engaño y la tomadura de pelo, aquellas en que el colegiado en el campo ha errado claramente. Abaratar los costes siempre está bien. Lo malo es que la propuesta encierra la trampa de que, una vez vistas las imágenes que se le ofrezcan, el juez de la contienda explique por megafonía lo que ha visto y qué y por qué toma la correspondiente decisión. O sea que, después de tirarse cinco, seis o siete minutos viendo planos desde distintos ángulos, aun tendrá que enredar un poco más justificarse ante los espectadores y los protagonistas que, al menos, deberían ser autorizados a tomarse un café durante la comedia.

Esta gente no acaba de aclararse respecto al concepto temporal. El cronómetro es un artilugio que desconocen cómo funciona. Toda vez de que aquello de que únicamente el capitán puede hablar con el árbitro y tanto Vinicius como la mayoría de sus compañeros de profesión se pasan por el forro sin castigo alguno, se proponen conceder a los porteros dos segundos más, de seis a ocho, para poner el balón en juego y si no lo hacen su equipo será castigado con un saque de esquina o de banda en su contra. Esto último centrará el sesudo debate. Les invito a que, a falta del interés de muchos partidos, se entretengan en contar y verán que, igual que lo de los capitanes, esta norma no rige en los terrenos de juego igual que la ley no lo hacía en los circos romanos.

Otras veces me ha leído redactar que rectificar no es de sabios, sino de torpes que se han equivocado y, en lugar de meter la pata una segunda vez, bastaría con reconocer sus errores, un verbo muy diferente. Los futbolistas deberían hacer como los jornaleros en la magnífica película de Lasse Hallström basada en la novela de John Irving «Las normas de la casa de la sidra»: «Estas reglas no sabemos quién ni para qué las han puesto aquí, pero no son para nosotros».