De árbitros y arbitrados

Una parte del mallorquinismo, quizás la más activa en redes sociales, protesta por la cuarta designación del árbitro asturiano Pablo González Fuertes en partido de liga, quejas justificadas por su actuación en el Girona-Mallorca (5-3), no tanto en el Mallorca-Getafe (0-0), si bien con una cierta pasividad ante la reiteración de faltas visitantes, y mucho menos en el Almería-Mallorca (0-0) donde estuvo acertado.

Nacido en Gijón en el 80, le falta poco para su retirada, cumple su octava campaña en la categoría sin haber alcanzado la escarapela FIFA ni haber entrado en las quinielas del descenso aunque los criterios al respecto han sido, son y serán un misterio mientras no cambien de arriba abajo la cúpula del Comité Técnico de Arbitros y las estructuras por las que se rige. Como casi todos sus compañeros barre con disimulo hacia el más grande. Su desigual criterio es lo que menos me gusta, pero ya se sabe que sobre dicha cuestión no hay nada escrito.

Donde si tienen razón los aficionados es en la desproporción de designaciones en relación a sus compañeros. Cuadra Fernández y Busquets Ferrer, del Comité Balear no pueden dirigir al Mallorca. La selección se circunscribe a los 20 restantes, de los cuales 8 son internacionales. Pues bien, para empezar 5 de estos últimos aun no se han cruzado con los de Javier Aguirre esta temporada, además de otros 2, Diaz de Mera y Pulido Santana, que tampoco. Por el contrario, Figueroa Vázquez  y González Fuertes acumulan la tercera parte de los partidos disputados por los bermellones hasta la fecha. El primero, el sevillano, siempre contra los equipos de Euskadi, rara curiosidad.

La norma tácita, o no tanto, implica que cada colegiado tiene que pitar al menos una vez por temporada a cada equipo. No se cumple casi con ninguno. En la reiteración es donde los seguidores llevan  razón, pero al margen de su insistencia en redes, no estaría mal pedir explicaciones a Riera Morro, presidente del CTAB y a su jefe de la FFIB, Pep Sansó por si a alguno de ellos se les ha ocurrido llamar la atención sobre el particular a sus colegas de Madrid, ya que afecta a un club de su circunscripción. Apuesto a que no. La sumisión tiene un precio: el silencio. Ya decía don Quijote que al buen callar le llaman Sancho.