El descenso, a raya (1-1 en el Mirandilla)

Muriqui, en un gran gol al rematar en plancha un centro de Valjent a los 11 minutos, abrió las puertas del cielo. Cómo no, igual que en la final de Copa y ante el Sevilla, el Cádiz las cerró poco después del descanso, en una acción desgraciada de Mascarell, que cabeceó en propia puerta, al tratar de evitar que el balón llegara a Chris Ramos a quien cubría Raillo con ventaja. El infierno se aleja, pero queda el purgatorio tras una batalla que no mereció ganar ninguno de los contendientes.

ALINEACIONES:

Cádiz C.F.- Ledesma (1), Iza (1), Fali (0), Chust (1), Pires (1), Alcaraz (1), Alex Fernández (1), Ousou (1), R.Navarro (0), Chris Ramos (1) y Juanmi (0).

Consumido el descanso, Javi Hernández (1) por Pires y Guardiola (2) releva a Ousou. En el minuto 64, Maxi Gómez (1) por Juanmi, en el 78, Machis (-) por R.Navarro y en el 80, Roger (-) por Chris Ramos.

R.C.D. Mallorca.- Rajkovic (1), Gio (1), Valjent (2), Raillo (2), Nastasic (1), Maffeo (0), Samu (0), Mascarell (1), D.Rodríguez (0), Radonjic (0) y Muriqi (2).

Minuto 56, A. Sánchez (1) por Radonjic. Minuto 69, Morlanes (1) por Samu y S.Darder (2) por Dani Rodríguez. Minuto 80, Abdón (-) por Muriqi. Minuto 83, Lato (-) por Maffeo.

ARBITRO:

Díaz de Mera (2), de Ciudad Real. En un partido bronco y difícil de pitar, se impuso sin dejarse influir por el ambiente ni los contendientes. Exagerada la tarjeta amarilla Mascarell, a las que se unieron las de Dani Rodríguez, Pires, Fali, Chris Ramos y otras dos dirigidas a ocupantes del banquillo local.

GOLES:

Minuto 11, Valjent entra en terreno adversario y eleva un centro al área donde Muriqi, lanzándose en plancha, se anticipa a Fali y coloca junto a la base del palo a la izquierda de Ledesma. 0-1

Minuto 58, balón bombeado al primer palo, que busca Chris Ramos entre Raillo y Mascarell, que toca de cabeza con  mala fortuna, al interior de su propia meta. 1-1

A FLOR DE PIEL

Circunstancias desesperadas exigen medidas desesperadas y el Mallorca obligó a tomarlas a su oponente al ponerse por delante en el marcador. Sin demasiados recursos técnicos y, a la vista de las alineaciones iniciales, era patente que el duelo se iba plantear en el aire. Pellegrino lanzó a sus bombarderos a atiborrar de munición la habitualmente poblada área visitante, cuyas defensas antiaéreas abatían el asedio sin hallar, a su vez, la manera de contrarestar las oleadas locales en busca de un mínimo hueco que aprovechar. No lo había, el nerviosismo de unos por atacar con el marcador ya en contra y el de los otros a la hora de salir del acoso, mantenía la pelota en el alero entre la indefinición del empate y la incapacidad para sentenciar el litigio.

Javier Aguirre, avezado en soluciones a largo plazo, no ha caído todavía en la manera de sostener la firmeza de sus hombres en la fase más importante de cualquier partido: el primer de hora de la segunda parte. Sin respuesta alguna a la entrada de Guardiola en posición de falso delantero y moviéndose entre líneas, el reloj parecía ralentizar su recorrido y alargaba el amplio espacio de tiempo restante para resistir sin sorpresas. Y la hubo. La eterna y tópica fábula del cántaro y la fuente que siempre se rompe en manos temblorosas. Si al anfitrión le asfixiaba su propia falta de recursos, a su invitado, el Mallorca, le faltaba calma y precisión para reivindicar su autoridad. Así que, enacajado el empate dos minutos después del primer cambio, tocaba mover ficha.

La aparición tardía de Morlanes y Sergi Darder atenuó la ansiedad de los zagueros. Los de amarillo no volvieron a inquietar hasta el minuto 90 cuando, en una mala salida de Rajkovic, Roger remató a la derecha de los tres palos desguarnecidos. Pero no podemos olvidar que, cuatro minutos antes, Morlanes prestó un impagable e implecable servicio a Sergi Darder que topó, esta vez si, con la mala fortuna y su disparo dentro del área y superado el portero, se fue a la base del poste como si un juez virtual hubiera decidido no inclinar el fiel de su balanza ante la falta de mérito suficiente en el haber de cada equipo.

Un partido menos y la misma distancia. No demos por muerto al oso antes de cazarlo, ni digamos «blat fins que sigui a dins el sac i ben fermat», aunque la escopeta y la cuerda se hallen dispuestas.