Justicia sin equidad
Si la sanción de ocho partidos de suspensión que se ha impuesto a Diego Costa, que ya verán cómo se le rebaja, hubiera sido aplicada a un delantero del Huesca o el Valladolid, por citar ejemplos de clubs modestos y periféricos, apenas se hablaría de ello. Pero no es casual ni mucho menos que dos de los principales diarios deportivos de España se editen en Madrid y los que le siguen lo hagan en Barcelona. La dimensión de cualquier decisión arbitral o, en el presente caso, de los comités federativos adquiere unas proporciones desiguales siempre en perjuicio de los más pequeños.
En diversas ocasiones el Mallorca lo ha sufrido en sus propias carnes. Aun recuerdo el castigo de once partidos al Mono Burgos, imputado de oficio por una agresión al jugador del Espanyol, Serrano, que ni siquiera fue reflejada en el acta por el colegiado de aquel encuentro, Megía Dávila. Más atrás el reo fue el croata Miodrag Kustodic por un puñetazo a un defensa del Binéfar en partido de Copa, creo recordar que con una condena similar.
Probablemente no es cuestión de capitalidad, sino de poder. El Rayo Vallecano, el Getafe o el Leganés tampoco reciben el mismo trato que los propietarios del Santiago Bernabéu, ni el Espanyol el mismo que el Barcelona. Existe una clase de justicia más equitativa que aún no ha llegado al fútbol español. Ni va en camino.