El pan y el circo
A partir de los años 70, por situar un punto de partida, te dabas cuenta de que un mismo duro valía seis pesetas para los tíos listos y solo cuatro para los «pringaos». La humanidad no ha cambiado aunque las monedas si, pero un euro equivale a más de un dólar para los europeos y en cambio es de menor valor para un americano. Aquello del color del cristal con que se mira.
Lo mismo sucede en el Mallorca. El dinero que depende del director financiero, Alfonso Díaz, siempre tiene más valor que el que Pablo Ortells aplica en sus negociaciones con los futbolistas. El primero cree que una «ribbon board», una cinta luminosa automática, amplifica el tamaño del club más que un buen jugador, ante lo que el director de fútbol asiente y calla.
En dicha tesitura le disyuntiva generada por la pugna Greif-Leo Román bajo palos, se traslada a los despachos en un momento en que el horno no está para pan caliente. Arrasate, desenamorado no únicamente del VAR, resuelve al margen de polémicas interesadas que tratan de condicionar la negociación de su futuro contractual pero que influye en la mente de ambos porteros aunque sean los representantes quienes jueguen sus bazas. Es una posición en la que solamente puede alinearse uno y la justa y necesaria competitividad deportiva se traslada a un terreno inapropiado con la complicidad de agentes externos reconocibles.
Los ecos exceden la comprensión del aficionado, que ha abandonado su fe ciega para cuestionar su confianza. Ahí es donde ha fallado el presidente Kohlberg, convencido de que la compra de una propiedad en el Paseo del Borne le confería un paisanaje que no profesa ni practica y su consejero delegado, ni tampoco su copríncipe, se han ganado la estima del verdadero cuerpo de la SAD, el mallorquinismo de raíz.
Por eso a los seguidores ya les da igual que fichen o no fichen, que se vaya uno u otro, que se quede el cancerbero eslovaco o el ibicenco, que juegue Muriqi o Larin……..siempre les quedará Abdón. Solo importa el resultado, único e inexorable juez de todo dirigente. Todo lo demás que se traigan entre manos les interesa a los ejecutivos, pero a la gente ya no le importa el pan que hornea la televisión, se conforma con el circo.