La ocasión la pintan calva (0-0)

Solo tuvieron una cada uno, ambas en la segunda parte. Un remate de Dani Rodriguez tras un taconazo de Abdón se fue al anexo Palau d’Esports y en el minuto 86, Salva Sevilla, siempre él, tuvo que sacar de la misma línea lo que hubiera supuesto el gol, probablemente de la victoria, ovetense. Ni uno ni otro equipo hicieron mucho más, salvo plantear la batalla en el centro del campo sin un dominador claro pese a que en la segunda parte el Mallorca tuviera más posesión; esta vez, inútil. Y las ocasiones  están para aprovecharlas, no para exclamar «¡uy!».

ALINEACIONES:

R.Mallorca.- Reina (1), Sastre (1), Valjent (1), Raillo (1), Cufré (1), Baba (1), Salva Sevilla (1), Antonio Sánchez (0), Dani Rodríguez (0), Mollejo (0), y Alvaro (0).

Minuto 45, Abdón (1) por Mollejo. Minuto 69, Mboula (1) por Antonio Sánchez y Marc Cardona (0) por Alvaro. Minuto 77, Murilo (-) por Dani Rodríguez.

R.Oviedo.- Femenías (1), Juanjo (2), Arribas (2), Grippo (1), Lucas (1), Edgar (1), Tejera (1), Sangalli (1), Borja (1), Blanco (0) y Nahuel (0).

Minuto 72, Valle (-) por Borja y Obeng (-) por Blanco. Minuto 81, C.Hernández (-) por Arribas, lesionado.

ARBITRO:

Sagués Oscoz (1), de San Sebastián. A tono con la mediocridad del partido. Mucho silbato y poco trino. Amonestó a Tejera y al entrenador, Ziganda, del Oviedo y a Mollejo y Valjent, del Mallorca.

SIN GOL NO HAY PARAISO

No todos los partidos sin goles son aburridos, aunque si la mayoría de ellos porque, en líneas generales, su ausencia se origina en defectos clave, desde la falta de puntería a la poca velocidad, ritmo cansino, interrupciones excesivas, cerrojos extremos o, en suma, lecciones de antifútbol. A medida que este tipo de encuentros lentos y trabados avanzan, se termina imponiendo aquel viejo lema que reza que si no puedes ganar, al menos no pierdas. Y a eso se aplicó el Real Oviedo que, una vez maniatado el Mallorca y sin pólvora ni armas en su ataque, decidió que era mejor un punto cazado que tres volando.

Otro aspecto a considerar es quiénes son los futbolistas locales que le ponen el cascabel al gol. Amath no estaba por lesión y para suplir a un solo hombre Luis García Plaza se inventó una rara fórmula: primero no alinear a Abdón, el otro artillero, hasta después del descanso y al tercero en discordia, Dani Rodríguez, decidió enviarle a la ducha durante los últimos dieciocho minutos para que ocupara la posición en banda de Mollejo. Y, amigos, si no tienes goles en el campo no siempre acertará Sastre con un obús perdido o el omnipresente Salva Sevilla con una falta cerca del área que los defensas carbayones procuraron no cometer.

Y aquí es donde el viento reinante derriba el castillo de naipes o el moderno Jenga, esa torre milagrosa construida a base de listoncillos de madera. El veterano y excepcional jefe del vestuario no puede ni debe ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Ha tenido hasta que sacar un balón que se colaba en la portería de Reina en el epílogo del lance en un alarde de resistencia física al haberse echado el equipo a su espalda, como siempre, a lo largo de toda la segunda mitad cuando, más cansados y conservadores, sus oponentes le dejaron alguna puerta abierta, mientras los Sastre y compañía se tiraban por las ventanas.

Igual que si estuviéramos en Italia, la primera fase se disputó en apenas setenta metros de terreno, los que separan ambas áreas, sin que nadie, nadie, entrara en ellas. Luego, salvo escaramuzas sin peligro, más en terreno astur. Lo más lamentable es que mientras Luis García Plaza terminaba jugando con los soldados de reserva, entre los que ya ni cuenta Lago Jr., Ziganda mantuvo inamovible su bien trazado plan. No tenía otro, pero tampoco lo necesitó.