El descenso que nunca debió llegar

El daño que Utz Classen, Pedro Terrasa y Gabriel Cerdá, como cabezas visibles y no sin otros colaboradores de la peor especie, le hicieron al Mallorca todavía no se ha evaluado suficientemente. No es menos cierto que Robert Sarver lleva tres años con el club en su poder y su balance no ofrece más que tres ejercicios económicos de pérdidas que, lógicamente, asume y un descenso evitable a Segunda B.

Muy distinto al que merced al trío de referencia se gestó al final del 2013 con una plantilla que no estaba predestinada a ello. Les ha ocurrido a otros equipos, pues el Atlético de Madrid, el Valencia, el Betis, el Espanyol o el Sevilla dieron con sus huesos en segunda división pese a disponer de muy buenos jugadores.

En el caso que ya no nos ocupa pero nos hizo perder el sueño, medio equipo del que jugaba cada semana en Son Moix sigue en equipos de la máxima categoría y todos menos dos, aun en activo. Fue una verdadera aberración perder la categoría con un once formado por Aouate, Ximo, Geromel, Nunes, Luna, Nsue, Martí, Pina, Alfaro, Hemed y Giovani. Con ellos como once tipo, debemos considerar a otros profesionales del calibre de Hutton, Bigas, Michael Pereira, Tissone, Alfaro o Víctor Casadesús. En definitiva un conjunto bastante mejor que algunos de los que hoy forman en la élite del fútbol español.

La reconversión de los clubs de fútbol en sociedades anónimas deportivas impide el control al que, en mi opinión, tendrían derecho los aficionados o, si se quiere, al menos los abonados. Por el contrario estamos ante empresas cerradas a cal y canto que, en muchos casos, se pasan la Ley de Transparencia por el forro y, como sucedió aquí, llegada la hecatombe venden sus acciones y escurren toda responsabilidad. Para mayor inri con intermediación de algún miembro de la propia Liga. ¡De vergüenza!.