En nombre de la afición inconsciente

Déjenme advertir a los aficionados más incrédulos lo poco que sus sentimientos importan a los propietarios de los clubs de sus amores. Utilicen el ejemplo de la Supercopa, un gran negocio para Kosmos (Gerard Piqué) y Luis Rubiales, presidente de la «Real» Federación Española de Fútbol, que proporciona ciertos ingresos a quienes la disputan……en Arabia. ¿Cuántos de sus socios a abonados, seguidores en general, tienen capacidad económica y tiempo para desplazarse a ver dichos partidos en la que se supone es la competición más importante de cada temporada, nada menos que el título de títulos?. ¿Cabe mayor prueba de desprecio?.

Me vienen a la memoria los movimientos de seis y diez mil mallorquines hacia Valencia primero y Elche más tarde, con la intención de asistir a sendas finales de la Copa del Rey ante el Barça y el Recreativo. ¿Qué hubiera ocurrido en caso de que el escenario se concretara en un país extranjero?. Creo que toda la sociedad, indiferente por naturaleza, se habría sentido ofendida y con razón.

Como he comentado estos días el fútbol se ha acostumbrado desde hace tiempo a vivir por encima de sus posibilidades. Esa necesidad autoimpuesta ha conducido a la ruina y a un claro declive del espectáculo, aparte de dejar de lado la esencia del deporte. Lo preveíamos a partir del auge de la televisión, del insostenible encarecimiento de los contratos de los futbolistas, de la obsolescencia de la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas, de la desigualdad competitiva entre éstas y los clubs no reconvertidos y un rosario de irregularidades y manipulaciones que no hemos dejado de destacar.

Alabados sean los ingenuos que permiten el uso abusivo y gratuito de sus sentimientos.