Entre cimas y valles

Este parón, inaceptable como todos, dentro de un calendario de locos pergeñado por una mente perversa y unos horarios demenciales establecidos por algún desahogado, permite analizar el primer tercio de liga desde la serenidad. Hablamos del Mallorca, por supuesto, no nos aventuremos en tierras desconocidas.

El de Arrasate es el segundo equipo que menos encaja de la categoría. Solo el Espanyol y el Villareal le han marcado más de una vez. Por el contrario la pólvora de su artillería  le ha servido para poco o casi nada, pues es el tercero que menos bate la portería adversaria. En ambos casos mantiene un equilibrio milimétrico dentro y fuera de casa (4 a 4 y 6 a 6) conjugado con los 18 puntos que le mantienen en una posición cómoda en la clasificación. Una comodidad tal vez mal entendida.

Si el «target» defensivo resulta más que aceptable, la escasez de su casillero de goles obliga a una oportuna reflexión, porque de los tres partidos disputados los rivales han salido indemnes en cinco, un porcentaje bastante elevado, máximo cuando de ellos tres lo han hecho de Son Moix. Obviamente la responsabilidad no es solo de los delanteros, aunque si la cuota más alta pues para eso están. Y tanto Muriqi como Larin solo han anotado dos tantos cada uno, el tercero en discordia, Abdón, uno y de penalty, mientras los restantes proceden de hombres del centro del campo, Dani Rodríguez y Valery, no titulares,y otro del japonés Takuma Asano, atribuido al zaguero del Villarreal, Albiol, en propia puerta.

Podríamos repasar las ocasiones creadas, que tampoco han sido muchas. De hecho si estableciéramos un eje de coordenadas, una curva para poner en un gráfico la evolución del equipo, veríamos cómo han ido de más, con utópicos sueños europeos, a menos, sin motivos de alarma todavía, pero sin vendas en los ojos que impidan prevenir etapas de bajo rendimiento. Es importante no magnificar los triunfos y minimizar las derrotas porque, además de su efecto inmediato, no sirven para nada si no generan enseñanzas.