Fútbol ya no es fútbol

Repetir la historia que uno no ha querido conocer es una penitencia demasiado leve si al desconocimiento se suma el desprecio. Esa es una de las asignaturas pendientes de los dueños americanos del Mallorca, convencidos de que no hay raíces más profundas de las que han crecido desde que compraron sus acciones. No son los únicos que cuentan sus anales a partir de que ellos mismos se atribuyen formar parte de ellos, lo cual tampoco les excusa.

Cuando Sarver, Kohlberg, Alfonso Diaz pretenden hacernos creer que su implicación y conexión con el club y la sociedad mallorquina son totales, olvidan que eso no se consigue porque un consejero resida en Pollença o el presidente asignado haya comprado un piso en Es Passeig d’es Born junto al Palau Sollerich. No se logra sin saber qué hicieron por este club personas como Jaume Rosselló, José María Lafuente López, José María Lafuente Balle, Miquel Contestí y, en otro orden, Lorenzo Serra Ferrer, Juan Carlos Forneris, Antonio Oviedo e incluso, desde su fanática pasión, Don Bernat, «es farmaceutic». Hablo de personas que entregaron todo o parte de su tiempo a la causa sin contraprestación económica, si bien alguno la pudiera tener como profesional, aunque también renunciara a ella en otros cargos y menesteres.

Si al fútbol se le desviste de un sentimiento vehemente para endosarle un ropaje especulativo y solo comercial, pierde la mayor parte de su valor y navega por  mares de desidia y desinterés. Fíjense, los partidos son cada día más aburridos, los jóvenes desiertan de los estadios, los medios se ocupan más de las novias de los futbolistas que de su juego, la televisión solo busca espectáculo en la gresca. Dijo Guardiola el otro día que no entiende cómo la final de la Superbowl genera más espectación que la final de la Champions. Pues que lo piense, que lo piense. A mi no me sorprende que un Mallorca-Poblense del mes de enero de 1980 convocara más público que el Real Madrid hace un mes o el que meterá en Son Moix el Atlético el sábado próximo.

Al contrario de lo que dijo Vujadin Boskov, fútbol ya no es fútbol y en Mallorca, menos.